¿Nos daremos cuenta si fuimos sellados? | El sellamiento de los vivos

 

  Apocalipsis 7:3: “Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz…diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.”  

  El sello de Dios es una señal de pertenencia y protección de Dios hacia su pueblo. Pablo describe el sellamiento en relación con la conversión y la recepción del don del Espíritu Santo. Este regalo, al que llama “arras”, o “garantía”, les da a todos los creyentes como un aval de la completa redención y herencia futura que recibirán cuando Jesús venga.

  El libro de Apocalipsis describe otro sellamiento justo antes de la Segunda Venida. Este sello final es otorgado a los santos al momento del derramamiento del Espíritu Santo en la lluvia tardía. Ellos llevan el nombre (o la firma) de Dios escrito en la frente. Mediante la obra del Espíritu Santo en su vida, ellos llegan a reflejar el carácter de Dios.

PERO, ¿SABREMOS SI FUIMOS SELLADOS? ¿O NO?

 “Muchos se preguntan: «¿Por qué tenemos tan pocas fuerzas? ¿Acaso es porque el cielo ha sido sellado? ¿Será porque no hay trascendentales enseñanzas reservadas para nosotros? ¿Será porque nuestra fuente de fortaleza y poder se ha agotado, y por ese motivo no podemos recibir más? ¿Por qué no somos todos luces en el Señor? Él fue varón de dolores, experimentado en sufrimiento, fue herido por nuestras rebeliones y molido por nuestros pecados, y por sus llagas fuimos nosotros curados. Él es el alto y sublime, y la gloria de su presencia llena el templo. ¿Por qué esa gloria se oculta de nosotros que vivimos en un mundo de pecado y luchas, tristeza y sufrimiento, corrupción e iniquidad?... El problema radica en nosotros mismos. Son nuestras iniquidades las que nos han separado de Dios. No somos saciados porque no reconocemos nuestra necesidad, porque no tenemos hambre y sed de justicia. La promesa es que, si tenemos hambre y sed de justicia, seremos saciados. La promesa es para ustedes, mis hermanos y hermanas. Es para mí, es para cada uno de nosotros. Las almas que tienen hambre y sed serán las saciadas. Podemos acudir a Cristo tal como somos, con nuestras debilidades, con nuestra necedad e imperfecciones; si arrepentidos caemos a sus pies, presentando nuestra petición con fe.”  (Sermones Escogidos 2 p. 10) 

  Testimonios para los Ministros, pg 445 dice: “Los que vencen el mundo, la carne y el diablo, serán los favorecidos que reciban el sello del Dios vivo. Aquellos cuyas manos no estén limpias, cuyos corazones no sean puros, no tendrán el sello del Dios vivo. Los que están planeando pecados y ejecutándolos serán pasados por alto. Sólo los que, en su actitud ante Dios, ocupan la posición de quienes se arrepienten y confiesan sus pecados en el gran día de la verdadera expiación, serán reconocidos y señalados como merecedores de la protección de Dios. Los nombres de aquellos que firmemente anhelan y esperan la aparición de su Salvador y velan por ella—más ferviente y anhelosamente que los que esperan la mañana—estarán en el número de los que son sellados. Aquellos que, mientras tienen toda la luz de la verdad que brilla sobre sus almas, y debieran tener obras correspondientes a su fe reconocida, son sin embargo hechizados por el pecado, implantan ídolos en su corazón, corrompen sus almas delante de Dios, y mancillan a los que se unen con ellos en el pecado, verán sus nombres borrados del libro de la vida, y serán dejados en la oscuridad de la medianoche, carentes de aceite en las vasijas de sus lámparas. A vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de Justicia, y en sus alas traerá salud”.

 

  Por lo que vemos, es muy urgente que entendamos este tema. La pluma inspirada explica en Testimonios para los Ministros pg. 446: “El mismo ángel que visitó a Sodoma está dando la amonestación: “Escapa por tu vida”. Las copas de la ira de Dios no pueden ser derramadas ni destruidos los impíos y sus obras hasta que todo el pueblo de Dios haya sido juzgado, y los casos de los vivos, así como los de los muertos estén decididos. Y aun después que los santos hayan sido sellados con el sello del Dios vivo, sus elegidos pasarán individualmente por pruebas. Vendrán aflicciones personales; pero un ojo que no permitirá que el oro sea consumido vigila el horno estrechamente. La indeleble marca de Dios está sobre ellos. Puede afirmar que su propio nombre está escrito allí. El Señor los ha sellado. Su destino está escrito: “DIOS, NUEVA JERUSALEN”. Son propiedad del Señor, su posesión. 

 

Repasemos algunos detalles sobre el sellamiento:

A.   Los que vencen el mundo, la carne y el diablo, recibirán el sello del Dios vivo. 

B.    Aquellos cuyas manos no estén limpias, cuyos corazones no sean puros, no tendrán el sello del Dios vivo.  Sólo los que, en su actitud ante Dios, ocupan la posición de quienes se arrepienten y confiesan sus pecados en el gran día de la verdadera expiación, serán reconocidos y señalados. Los nombres de aquellos que firmemente anhelan y esperan la aparición de su Salvador y velan por ella estarán en el número de los que son sellados. 

C.   Aquellos que son hechizados por el pecado, implantan ídolos en su corazón, corrompen sus almas delante de Dios, y mancillan a los que se unen con ellos en el pecado, verán sus nombres borrados del libro de la vida.

  Entonces, el más poderoso de los ángeles tiene en su mano el sello del Dios vivo, el único que puede dar vida, que puede poner la señal o inscripción sobre las frentes de aquellos a quienes se les concederá la inmortalidad, la vida eterna. Es la voz de este ángel encumbrado, la que tiene autoridad para ordenar a los cuatro ángeles que mantengan en jaque los cuatro vientos hasta que esa obra sea realizada, y hasta que él ordene que sean soltados. 

 

  El día de la venganza del Señor se acerca. El sello de Dios sólo marcará la fuerte fe de quienes giman y se lamenten de las abominaciones cometidas en la tierra. Los que simpaticen con el mundo y coman y beban con los beodos, serán seguramente destruidos con los inicuos. “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos”; pero “la ira de Jehová contra los que mal hacen. La sierva del Señor añade en Primeros Escritos págs. 42-43 que: “En este tiempo de sellamiento Satanás está valiéndose de todo artificio para desviar de la verdad presente el pensamiento del pueblo de Dios y para hacerlo vacilar.” 

 

  Antes de que sea completamente terminada la obra y termine el sellamiento del pueblo de Dios, recibiremos el derramamiento del Espíritu de Dios. Ángeles del cielo estarán en nuestro medio. El presente es un tiempo de preparación para el cielo, cuando debemos caminar en plena obediencia a todos los mandamientos de Dios. No se ha cumplido ese momento, porque hemos descuidado nuestra responsabilidad.  Una cita del Espíritu de Profecía, dice en Fe por la Cual Vivo, pg. 290: “El Señor es un Dios celoso; sin embargo, es muy tolerante con los pecados y transgresiones de su pueblo en esta generación. Si el pueblo de Dios hubiera andado en sus consejos la obra de Dios habría avanzado, los mensajes de la verdad hubieran llegado a toda la gente que habita la faz de la tierra.... Pero porque el pueblo es desobediente, ingrato y sin santidad como el antiguo Israel ... la obra del Señor ha sido obstaculizada y el tiempo del sellamiento postergado.” 

  Ahora, analicemos los diferentes aspectos de un sello y un sellamiento. Los sellos se usaron en el Cercano Oriente desde los tiempos más antiguos, así como se usan las firmas hoy en día. Así se certificaba quien era el autor de un documento, se indicaba quien era el dueño del objeto sobre el cual se imprimía el sello, o se protegían objetos como baúles, cajones, tumbas, para que no fueran abiertos o violados. Las excavaciones arqueológicas han proporcionado centenares de sellos o impresiones hechas por sellos. Entre ellos hay uno que aparece en el mango (asa) de un jarrón y dice: "Perteneciente a Eliakim, mayordomo de Joaquín". En Laquis se encontró́ un sello que dice: "Perteneciente a Gedalías que está sobre la casa". 

  El concepto de que Dios coloca una marca sobre su pueblo se remonta a la visión de Ezequiel, cuando vio a un hombre con tintero de escribano que recibió la orden de poner "una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen" en Jerusalén. Los que tuvieran la marca "en la frente" serían salvados de la destrucción como explica (Eze. 9:2-6). El concepto del sellamiento también se aplica en otras circunstancias. Pablo aplicó este símbolo a la experiencia de recibir el Espíritu Santo en relación con la conversión y el bautismo. Jesús habló de sí mismo diciendo que era sellado por el Padre, refiriéndose sin duda al testimonio aprobatorio del Padre por medio del Espíritu Santo en ocasión de su bautismo. 

  El simbolismo del sellamiento halla un paralelo interesante en el pensamiento escatológico judío. Uno de los Salmos de Salomón (obra seudoepigráfica de mediados del siglo 1 a.C.), declara de los justos que "la llama de cuando salga de delante del rostro del Señor contra los pecadores para destruir toda la seguridad de los pecadores, pues la marca de Dios está sobre los justos para salvación. El hambre, la espada y la pestilencia (estarán) lejos de los justos" (15: 4-7). Así se imaginaban los judíos, que una marca sobre los justos los protegería del peligro. 

  El pasaje que estudiamos al principio, en Apocalipsis 7, indica un sellamiento del pueblo de Dios, que lo preparará para estar firme durante los tiempos espantosos de angustia que precederán al segundo advenimiento de Cristo. El sello de Dios sobre su pueblo proclama que Él lo ha reconocido como suyo. El sello que se estampará sobre los fieles siervos de Dios es "la pura marca de la verdad", la "señal" de su "aprobación" (3T 267). Este sello da testimonio de la "semejanza a Cristo en carácter" (EGW, Material Suplementario com. vers. 2). "El sello de Dios, la garantía o señal de su autoridad, se halla en el cuarto mandamiento" (EGW, ST 1-11 1899; CS 698). 

  Los que son sellados, son siervos de Dios, y el sello que reciben es la garantía de que son en verdad del Señor. Juan probablemente vio en la visión, que se ponía la marca sobre ellos, y este sello representaba las cualidades de carácter.  La sierva del Señor nos amonesta en 3JT pg. 15: “Si pudiese descorrerse el telón, y pudieseis discernir los propósitos de Dios y los juicios que están por caer sobre un mundo condenado, si pudieseis ver vuestra propia actitud, temeríais y temblaríais por vuestras propias almas y por las almas de vuestros semejantes. Haríais ascender al cielo fervientes oraciones con corazón angustiado. Lloraríais entre el pórtico y el altar, confesando vuestra ceguera espiritual y apostasía.” 

 

  Veamos, de acuerdo al Conflicto de los Siglos en forma parafraseada lo que va acontecer y cómo: 

1.     “Cuando termine el mensaje del tercer ángel la misericordia divina no intercederá más por los habitantes culpables de la tierra. 

2.     El pueblo de Dios habrá cumplido su obra; habrá recibido “la lluvia tardía,” el “refrigerio de la presencia del Señor,” y estará preparado para la hora de prueba que le espera. 

3.     Los ángeles se apuran, van y vienen de acá para allá en el cielo. Un ángel que regresa de la tierra anuncia que su obra está terminada; el mundo ha sido sometido a la prueba final, y todos los que han resultado fieles a los preceptos divinos han recibido “el sello del Dios vivo.” 

4.     Entonces Jesús dejará de interceder en el santuario celestial. Levantará sus manos y con gran voz dirá “Hecho es,” y todas las huestes de los ángeles depositarán sus coronas mientras Él anuncia en tono solemne: “¡El que es injusto, sea injusto aún; y el que es sucio, sea sucio aún; y el que es justo, sea justo aún; y el que es santo, sea aún santo! 

5.     Cada caso ha sido fallado para vida o para muerte. Cristo ha hecho propiciación por su pueblo y borrado sus pecados. El número de sus súbditos está completo; “el reino, y el señorío y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo” van a ser dados a los herederos de la salvación y Jesús va a reinar como Rey de reyes y Señor de señores.”   (EGW, CS, Capítulo 39).

  Cuando Cristo abandone el santuario, las tinieblas envolverán a los habitantes de la tierra. Durante ese tiempo terrible, los justos deben vivir sin intercesor, a la vista del santo Dios. Nada refrena ya a los malos y Satanás domina por completo a los impenitentes empedernidos. La paciencia de Dios ha concluido. El mundo ha rechazado su misericordia, despreciado su amor y pisoteado su ley. Los impíos han dejado concluir su tiempo de gracia; el Espíritu de Dios, al que se opusieran obstinadamente, acabó por apartarse de ellos. Desamparados ya de la gracia divina, están a merced de Satanás, el cual sumirá entonces a los habitantes de la tierra en una gran tribulación final. Como los ángeles de Dios dejen ya de contener los vientos violentos de las pasiones humanas, todos los elementos de contención se desencadenarán. El mundo entero será envuelto en una ruina más espantosa que la que cayó antiguamente sobre Jerusalén.

 

  Ahora, ¿quiénes no serán sellados? Consejos Para la Iglesia pg. 607: “No todos los que profesan observar el sábado serán sellados. Aun entre los que enseñan la verdad a otros hay muchos que no recibirán el sello de Dios en sus frentes. Tuvieron la luz de la verdad, conocieron la voluntad de su Maestro, comprendieron todo punto de nuestra fe, pero no hicieron las obras correspondientes. Los que conocieron tan bien la profecía y los tesoros de la sabiduría divina, debieran haber actuado de acuerdo con su fe. Debieran haber mandado a sus familias tras sí, para que por medio de un hogar bien ordenado, pudiesen presentar al mundo la influencia de la verdad sobre el corazón humano.” 

 

  Terminemos contestando: ¿Nos daremos cuenta si fuimos sellados? ¡No! ¡Rotundamente NO! Estarán dos en la iglesia adorando al mismo Dios, cantando alabanzas, y uno podrá ser sellado por el ángel y el otro será pasado por alto. 

 

  “Tan pronto como el pueblo de Dios sea sellado en sus frentes –no es un sello o marca que puede verse, sino un asentamiento en la verdad, intelectual y espiritualmente, de modo que no pueden ser movidos–, tan pronto como el pueblo de Dios sea sellado y preparado para el zarandeo, este vendrá. De hecho, ya ha comenzado; los juicios de Dios ya están sobre la Tierra [...] para que sepamos lo que se avecina” (EGW, DNC 92).

 

  Cuando Cristo vuelva a este mundo, el destino de cada uno quedará sellado por la eternidad. ¿Será arbitraria la gracia divina que salvará a uno y condenará a otro? ¿Es Dios injusto con el destino de los hombres? ¡No! Dios quiere que todos los hombres sean salvos y nos perdona mil veces nuestros desvaríos, pero la salvación no se impone ni se vende, más bien, se ofrece gratuitamente. Lo que determina la suerte y destino del ser humano es: el libre albedrío, su respuesta responsable a lo que el cielo ofrece, su compromiso personal en el proceso de la salvación, y su dependencia de Dios,.

  Comentando el caso de Esaú y Jacob, Elena de White dice: “No hubo una elección arbitraria de parte de Dios, por la cual Esaú fuera excluido de las bendiciones de la salvación. Los dones de su gracia mediante Cristo son gratuitos para todos. No hay elección, excepto la propia, por la cual alguien haya de perecer. […] Las medidas tomadas para la redención se ofrecen gratuitamente, pero los resultados de la redención son únicamente para los que hayan cumplido las condiciones” (EGW, Patriarcas y profetas, pp. 184, 185).

  Dios ha puesto todas las condiciones para transformar tu vida, superar tus adversidades y brindarte la salvación. Pero la decisión de aceptar sus bendiciones es tuya.

¡Prepárate para recibir el sello de Dios!  ¡Cristo viene!

Escrito por: Pr. Omar Grieve y Nessy Pittau-Grieve 

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